sin agua ni comida en la Guajira

Cientos de habitantes de varias rancherías de La Guajira viven hoy una difícil situación ambiental y de escasez de agua y alimentos. Las zonas más afectadas son Hato Nuevo, Distracción, Barrancas, Uribia, Manaure y Riohacha, donde se registran los mayores índices de desnutrición y desabastecimiento del líquido vital, como consecuencia del intenso verano que afronta el país. Tanto así, que algunos indígenas wayu extraen el agua de pozos artesanales que no cuentan con las condiciones higiénicas necesarias, lo que aumenta el riesgo de contraer enfermedades. 

Y es que en el departamento se está acabando el agua de manera progresiva. Muchos de los reservorios (grandes depósitos de agua lluvia), que eran usados ante la ausencia de acueducto, se han venido secando en los últimos meses. “En general, las comunidades tienen que desplazarse hasta cuatro y seis horas para recoger agua en bidones y deben hacerlo dos veces al día”, explica el defensor delegado para Asuntos Agrarios y Tierras, Andrés Felipe García.

A esto se suman los graves daños ecológicos que se están causando, al verter los desechos de los 18.000 habitantes de Riohacha, directamente al mar Caribe, lo que ya ha causado enfermedades a las familias que viven cerca de la parte final del tubo por donde salen los residuos. 

Estragos del hambre y la sed

Además de las consecuencias que ha traído la inclemencia del sol en la región, el hambre también convive con los habitantes y los principales perjudicados han sido los más pequeños. Según la Defensoría del Pueblo, hay alrededor de 37.000 niños desnutridos, el año pasado murieron 23 y este año ya van quince, por falta de alimentos. Sin embargo, la Superintendencia de Salud estima que puede haber más casos no registrados, pues las familias optan por enterrar a sus hijos cerca de sus tierras.

“Los casos de los niños son solo una muestra de la problemática de desnutrición que está asociada a las familias. Hay unos problemas estructurales asociados a la alimentación, especialmente de la población rural e indígena, pero esto se ha venido agravando por la temporada de intenso verano que viene viviendo La Guajira”, anota García. 

Los kits alimentarios entregados por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, no son suficientes para la población, según lo constató la Defensoría del Pueblo en las visitas que ha hecho a la región. Los efectos del hambre y la sed ya se manifiestan a simple vista, a los habitantes se les están cayendo los dientes y el cabello, por falta de nutrientes. 

Algunas comunidades han soportado nueve meses sin lluvia y otras, dos años. Para obtener el líquido, “algunos, como en el rancherío Casutalán, donde hay unas 100 personas, construyeron un pozo artesanal al que dejan caer un tubo de PVC de unos tres metros, que se llena de agua y luego lo halan con una cuerda para extraer el agua del pozo natural, la cual al salir presenta coloración gris y características de suciedad, pese a esto es llevada en baldes hacia las viviendas”, explica la Defensoría del Pueblo. Los niños que la han consumido se han enfermado. 

Cuando los menores presentan síntomas graves de diarrea o vómito, hay un problema adicional, no hay lugares de atención médica cerca de las rancherías y a las comunidades indígenas les queda casi imposible trasladarse a los cascos urbanos. 

Pero las carencias de agua y comida no solo afectan a las personas, en el departamento han muerto al menos 7.000 cabezas de ganado, tan solo en los últimos tres meses. Además, se estima que el 10 % de los chivos que había en la región han fallecido por la falta de agua y comida. Si la población tiene “problemas para alimentar a sus animales y para sus cultivos, eso tiene consecuencias en la alimentación misma de ellos, en sus ingresos y en el empleo”, dice García. 

¿Y Tú ayudas a cuidar el agua?, analiza lo que hoy ocurre en la Guajira.